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¿A quién cuida La Policía?

Foto del escritor: SituadasSituadas


Reconocemos a cada una de las víctimas que históricamente ha dejado la violencia estructural y sistemática del Estado y sus instituciones. Nombrarles es un ejercicio de memoria en tanto busca verdad, justicia, dignidad y se resiste contra la amnesia. Nombrarles es también un ejercicio de cuidado frente a las constantes y reiteradas victimizaciones a las que son sujetos en diferentes medios, instituciones y organizaciones sociales.


En este sentido, los últimos hechos de violencia policial presentados contra la ciudadanía, se deben reprochar, propiciar múltiples formas de manifestación y alojarse en la memoria colectiva. Esto último, es una forma que nos permite como sociedad reconocer lo que hemos sido hasta ahora, y, a partir de allí, nos agenciamos para subvertir y/o transformar.


Reconocemos a cada una de las víctimas hasta que se haga realidad el imperativo del ¡nunca más! y ¡basta ya!


La policía, como institución central del Estado moderno, opera bajo entramados simbólicos, normativos y materiales que se sostienen sobre estructuras y pactos patriarcales. Ha sido una institución que desde el ejercicio de sus funciones a través del control, el orden y la fuerza, han vuelto sistemático el uso excesivo de la fuerza, han asesinado a ciudadanos al interior de protestas y marchas pero también fuera de ellas. Ha sido el caso de las víctimas que han caído en sus armas y que hoy reciben impunidad en sus casos. .


Vale preguntarnos sobre la conformación o construcción de ese sujeto policial que se arma de significados normativos sobre la virilidad y la masculinidad y en donde esas significaciones se traducen, muchas veces, en actos violentos que no solo socavan la legitimidad de la institución sino que a su vez impiden la empatía, el respeto y,como consecuencia, el cuidado con respecto a la ciudadanía no uniformada. Por eso es legítimo también preguntarnos sobre qué es el cuidado y qué engloba el cuidar, dada la reproducción del discurso sobre el cuidado en esta coyuntura. Para Situadas, la definición que recoge la amplitud de lo que puede significar cuidado y que asimismo, recupera la razón fundamental de su importancia es aquella recogida por Molinier en su texto “El trabajo de cuidado y la subalternidad”:


“Joan Tronto y Berenice Fischer proponen definir el cuidado como “una actividad característica de la especie humana que incluye todo lo que hacemos con vistas a mantener, continuar o reparar nuestro “mundo”, de manera que podamos vivir en él, lo mejor posible. Este mundo incluye nuestros cuerpos, nuestras individualidades (selves) y nuestro entorno, los cuales buscamos tejer juntos en una red compleja que sostiene la vida” (Molinier, El trabajo de cuidado y la subalternidad, 2016).

Tras esta definición vale la pena hacernos algunas preguntas para responder en colectivo y articularnos alrededor de nuestras exigencias: ¿aquello que hace la Policía como institución tiende a mantener, continuar y reparar nuestro mundo? ¿Cómo son esas prácticas y de qué mundo estamos hablando? ¿esas prácticas permiten que podamos vivir en ese mundo de la mejor manera posible? ¿a quiénes les permite vivir de la mejor manera posible? ¿aquello que hace la policía vela por el sostenimiento de la vida? ¿de cuáles vidas? Son todas preguntas que más que buscar responder en el afán de la coyuntura, nos permiten reflexionar sobre varias cuestiones fundamentales respecto a la actualidad y a la sistematicidad. Lo que hemos visto estos días parece ser la exacerbación de prácticas sistemáticas por parte de la policía en Colombia, que pueden leerse como prácticas clasistas, machistas, racistas y homofóbicas por su carácter discriminatorio, prejuicio y acusador de la diversidad en diferentes contextos y que nos demandan pensar sobre la importancia de cuestionar la construcción de ese sujeto policial y las necesidades que tenemos de mantener una institución con esas características.


A partir de un informe realizado por la Defensoría del pueblo en 2018 sobre la violencia policial contra las disidencias sexuales y de género en espacios públicos, se encontró que las violencias sistemáticas suelen ser de los siguientes tipos: “ (i) simbólica (incluye agresiones verbales, tratos excluyentes y hostigamientos); (ii) física (abarca maltratos y ataques contra la integridad personal); y (iii) sexual (comprende casos de acoso y abuso que atentan contra la integridad y libertad sexuales). [Así como] (iv) por omisión, referida a la falta de respuesta policial en contravía de su rol de garante de los derechos y seguridad de la ciudadanía [y toda la violencia ocurrida durante] (v) procedimientos regulares de la policía como las requisas y la solicitud de documentación”.


Este informe, titulado “Cuando la autoridad es discriminación”, recopila pistas de memoria sobre hechos violentos cometidos por la policía contra esta población en específico y que nos da cuenta de una multiplicidad de violencias entroncadas que impiden que se establezca una mínica ética del cuidado entre las instituciones que dicen cuidar o proteger a la ciudadanía y según algunos derechos constitucionales que lo exigen. Así, vale la pena la recuperación de esas voces que denuncian estas prácticas sistemáticas y que a su vez, enfatizan en las maneras en las que estas prácticas violentas se llevan a cabo por parte de la policía:


“La policía es demasiado irrespetuosa porque tiene un preconcepto de que eso es malo y es pecado. Hay una estructura moral en el comportamiento de la policía en Medellín. Yo he estado con mi novia dándonos un pico y nos dicen -estas machorras-. ¿Qué derecho tienen para hacerlo? ” Luz Marina Grisales, Colectivo Deformación, Medellín. (Cuando autoridad es discriminación)

“Los policías no nos ven como las mujeres que representamos sino como hombres”, afirman las mujeres transgénero del barrio Santafé en Bogotá. Y dicho abuso verbal suele ocurrir en procedimientos regulares que van desde una requisa hasta la solicitud de cambio de nombre en la libreta militar.” (Cuando autoridad es discriminación)

“Hay un policía que se encarga de desnudarlas [a las mujeres trans] y tomarles fotos desnudas para luego enviarlas por whatsapp diciendo ‘ojo que atraca’. Los comerciantes del sector de Murillo, luego de ver las fotos la sometieron a la burla y la agredieron más”. Edwin Nemes, activista de Caribe Afirmativo, Cartagena. (Cuando autoridad es discriminación)

Además de esto, las cifras sobre los procesos de demandas contra instituciones del Estado son contundentes, según el último comunicado que ha publicado la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, para el 2014 una de las instituciones que más procesos tenía era La Policía Nacional con 14.715 procesos. Esto nos dice mucho sobre la manera en que la construcción de ese sujeto policial y el no seguimiento de los mínimos constitucionales han promovido prácticas violentas.


Por lo tanto, estas acciones no solo se pueden leer como homofóbicas sino directamente como machistas, misóginas y patriarcales. Según la antropóloga Rita Laura Segato, una de las significaciones que se configuran alrededor de la violencia sexual ejercida siempre mayoritariamente por hombres, es justamente la construcción de la relación vertical de poder entre quien viola y quien sufre aquellos hechos victimizantes. Quien comete una violación no es necesariamente que esté enfermo o tenga un deseo sexual incontrolable, sino que la mayoría de esta violencia sexual tiene como objeto la sujeción de la víctima y el ejercicio de poder sobre los cuerpos mayoritariamente femeninos.


¿Qué de la construcción de este sujeto policial se relaciona con la violencia sexual cometida por policías en Colombia? Basta con una mirada rápida a la cantidad de noticias que reportan violaciones a mujeres y niñas por parte de policías colombianos, para que estemos completamente hastiadas de cómo la institución policial nos viola, mata, abusa y degrada sistémicamente. No solo hastiadas, sino completamente hartas.


Es evidente que las prácticas violentas de la Policía Nacional están marcadas por las relaciones de poder que se reproducen en sociedad y generan jerarquías en torno al género, la clase social y la etnicidad, entre otras muchas opresiones que vivimos como personas sexuadas, racializadas, excluidas y marginalizadas de muchas dinámicas sociales y en particular para esta institución, de las supuestas dinámicas de cuidado que llevan a cabo. Nos cuestiona también que todo esto sea invisibilizado en los medios tradicionales, por el Gobierno Nacional y por gran parte de la opinión pública y que no se atienda a las especificidades violentas en contextos situados donde las violencias son exacerbadas y donde los medios tradicionales no buscan los grandes titulares. Por eso, como Situadas y apoyando el trabajo de las demás colectivas y organizaciones sociales que apuestan por la articulación de un discurso anti-patriarcal y diverso (con todas sus acepciones), exigimos no solo el cuestionamiento de la institución sino un cuestionamiento radical, es decir, que vaya a la raíz de los problemas y poderes que reproducen violencias e impiden, en este caso, nuestro derecho a la protesta y nuestro derecho a la vida digna.


Desde Situadas, entendemos el cuidado como una condición propia de humanidad y necesaria para la reproducción de la vida, cuidar de la otredad como de sí mismo, otorga valor, sentido a la vida misma y posibilita vivir en sociedad. Pero, ¿Qué significa el cuidado desde una perspectiva de convivencia y feminista? implica el reconocimiento en tanto seres sociales, que hacemos apertura a relaciones de acogimiento, empatía, alteridad e interdependencia y colaboración colectiva, algo como "soy porque somos".



Como feministas exigimos un cuidado anti-patriarcal, anti-racista, anti-especista y que atienda a la diversidad que somos. Cuestionamos el supuesto cuidado que ejerce la policía y que solo “cuida” bajo los prejuicios y el ejercicio de autoridad y violencia desmedida que no atiende las necesidades de cuidado que tenemos todes. Una policía patriarcal, racista, especista, homofóbica, transfóbica no puede cuidarnos porque parte de lógicas de violencias sistemáticas así como de la construcción de masculinidades violentas que solo destruyen nuestros cuerpos, mentes, relaciones y demás; por eso la pregunta de nuevo es, ¿a quién cuida la policía?¿ ¿cuáles son los intereses que reproduce ese sujeto policial?


En concordancia, nuestro activismo por el cuidado toma mayor fuerza ante los últimos hechos de violencia presentados en el país. Es imprescindible desmantelar esas formas de violencia tan estructural que vulneran y no garantizan el cuidado como práctica de sí. Contrario a ello, consideramos que el fomentar prácticas de cuidado debe ser un asunto fundamental dentro de la agenda de este gobierno, porque permite que la ciudadanía viva dignamente. Esta noción de “vivir dignamente” cobra relevancia en estos momentos y con respecto a la institución policial porque dos de sus principios rectores se encuentran la vida y la dignidad, ¿qué entenderá la Policía por esto teniendo en cuenta las circunstancias actuales de sistemático abuso policial?


Existe en Colombia una urgencia de pensarnos políticas y éticas del cuidado y de la empatía que reproduzcan las instituciones policiales, este sujeto policial formado para violentar y en general, las instituciones colombianas, y que contemplen la diversidad de seres humanos que somos y las relaciones de poder que atraviesan las relaciones sociales y de género, etnicidad, clase social y demás significados sociales que nos jerarquizan y posicionan en Colombia. Reconocer y politizar el cuidado pasa por reconocer y politizar la manera en que unos cuerpos son más importantes que otros para la policía y para la sociedad en general y por eso insistimos en algunas preguntas, sumadas a las preguntas anteriores, para que articulemos nuestros discursos y prácticas: ¿Qué significa una policía que cuide? ¿Cómo lo haría? o ¿qué debería dejar de hacer?


Seguiremos movilizándonos y exigiendo para que este panorama cambie, porque es incongruente con una política del cuidado.


NO OLVIDAMOS.


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